Los videojuegos más infravalorados de la última década
Titanfall 2 (2016) — El shooter eclipsado por gigantes
Titanfall 2 salió entre dos colosos del género y pagó el “sándwich” de calendario. A nivel creativo, es una masterclass: una campaña que nunca repite ideas, un ritmo impecable y un diseño de niveles que te obliga a cambiar de mentalidad cada pocos minutos. El vínculo entre el piloto y BT funciona como ancla emocional, mientras que la movilidad —doble salto, carreras por paredes, deslizamientos— convierte cada arena en un parque de atracciones táctico.
En multijugador, los titanes introducen capas de decisión que pocos shooters han igualado. El paso del tiempo le ha dado la razón: si te gustan los FPS con personalidad, aquí hay una caja de trucos infinita que muchos se perdieron por simple mala fortuna en la fecha.
Prey (2017) — Un immersive sim brillante pero mal entendido
Marketing confuso, nombre heredado y expectativas descolocadas: Prey llegó con todo en contra. Debajo había un immersive sim de los que ya casi no se hacen, una estación espacial abierta a la experimentación donde cada habilidad desbloquea soluciones creativas. La Talos I se siente viva por su narrativa ambiental, por cómo cuenta historias con correos, despachos, rutas alternativas y pequeños ecosistemas lógicos.
La libertad para resolver problemas —desde improvisar puentes con la GLOO hasta colarte hecho “taza”— lo coloca hombro con hombro con los grandes del género. No vendió lo que merecía, pero si disfrutas pensar antes de disparar, es de los mejores puzles sistémicos de la década.
Gravity Rush 2 (2017) — La joya de PS4 que pocos jugaron
Ni mundo abierto al uso ni plataformas clásico: Gravity Rush 2 es una fantasía de control y verticalidad. Su propuesta —manipular la gravedad para planear, caer y “volar”— convierte el desplazamiento en un juguete constante, con ciudades flotantes pensadas para explorar a 360 grados. La estética de cómic europeo, la banda sonora luminosa y una protagonista carismática redondean un conjunto que rebosa identidad.
¿Por qué pasó de puntillas? Estética poco mainstream, curva de aprendizaje y poca visibilidad en el catálogo de Sony. Si buscas sensaciones nuevas con mando en mano, este es de esos títulos que te recuerdan que moverte también puede ser el mejor juego.
The Wonderful 101 (2013 / Remastered 2020) — Un caos genial que pide fe
Nació en Wii U —mala base instalada— y su lectura superficial engaña: The Wonderful 101 es denso, exigente y profundamente gratificante cuando encajan las piezas. El control por “dibujo” de armas y el combate coral de PlatinumGames requieren reeducar los dedos; a cambio, te devuelve una ópera de acción que escala hasta lo delirante. El remaster de 2020 alisó bordes, pero siguió siendo rara avis. Infravalorado porque es distinto, porque no pide solo reflejos, sino atención y paciencia. Cuando lo dominas, descubres un compendio de ideas que nadie más se atreve a mezclar.
Sunset Overdrive (2014) — El sandbox más gamberro de Xbox
Con Sunset Overdrive, Insomniac se sacó de la manga un mundo abierto que antepone el movimiento al mapa. Grindar barandillas, encadenar saltos y disparar desde el aire convierte cada combate en un baile punk. Su tono ácido, autorreferencial, y el arsenal absurdo (hola, TnTeddy) no ayudaron a que lo tomaran “en serio”, y su exclusividad en un momento difícil para Xbox One lo condenó a nicho. Pero como juguete interactivo es puro flujo: cuanto mejor te mueves, más divertido se vuelve. Si te atrapó la movilidad de Spider‑Man, aquí está el laboratorio donde nació esa filosofía.
Immortals Fenyx Rising (2020) — Mucho más que “otro Zelda‑like”
Lo fácil fue etiquetarlo como “la copia de Zelda”. Lo justo es decir que Immortals Fenyx Rising entiende muy bien cómo mezclar exploración, combate ágil y puzzles autoexplicativos. Las Cámaras del Tártaro son pequeñas cápsulas de diseño limpio; el humor ligero y la mitología griega le dan color; y el ritmo de progresión mantiene el gusanillo de “una más y lo dejo”. Infravalorado por comparaciones y por un nombre que cambió a última hora, hoy es una recomendación segura para quien quiera un mundo abierto amable, con reto medido y sin la hipertrofia de otros gigantes.
RiME (2017) — Arte español con alma internacional
El estudio madrileño Tequila Works firmó con RiME una aventura de silencios, luz y duelo. Habla sin subrayar, deja respirar y confía en la mirada del jugador. Sus rompecabezas ambientales, su paleta mediterránea y su partitura tejen una experiencia íntima que algunos pasaron por alto por su aparente “sencillez”. Hubo tropiezos técnicos en algunas versiones al lanzamiento que tampoco ayudaron. Años después, lo que queda es la emoción: un viaje breve, sentido y honesto que demuestra que la escala no define el impacto.
Dishonored 2 (2016) — Maestría en el diseño de niveles
Éxito crítico, ventas discretas: la paradoja de Dishonored 2. Arkane llevó el sigilo creativo a su cénit con niveles que son relojes suizos: la Mansión Mecánica, con su arquitectura mutable, o el viaje temporal de una misión que aún se estudia en level design. Elegir entre Emily y Corvo no es cosmético: abre poderes, rutas y estilos de juego radicalmente distintos. Es exigente, sí; también generoso con quien observa, prueba y se atreve a fallar. Si te gustan los juegos que te dan libertad real, aquí hay un mundo de soluciones esperando tu firma.
Alien: Isolation (2014) — Terror puro infravalorado
Alien: Isolation entendió algo clave: el xenomorfo no es un enemigo, es un sistema. La IA dinámica que huele tus errores, el rastreador de movimiento que te traiciona con su pitido, la estética de futuro analógico… todo conspira para una tensión que rara vez ves en el medio.
No arrasó en ventas, quizá por ser demasiado fiel al terror pausado de la primera película y por alejarse del shooter. Hoy es un referente del género: si quieres miedo sin atajos, este es el camino.
Days Gone (2019) — El mundo abierto que ganó con el tiempo
Salió con bugs, sufrió comparaciones crueles y recibió críticas tibias. Con parches y una segunda mirada, Days Gone se ha ganado una comunidad que valora su curva de supervivencia, la relación con la moto como personaje y las hordas como puzle sistémico más que como simple “más zombis”. La historia tarda en arrancar, pero cuando lo hace, sostiene la aventura con oficio. No es el “AAA perfecto”, pero sí un recordatorio de que algunas obras necesitan tiempo (y actualizaciones) para mostrarse como son: sólidas, tensas y sorprendentemente humanas.
Estos videojuegos más infravalorados no son rarezas por postureo: son oportunidades reales de descubrir diseño, mundos y emociones que el ruido del calendario tapó. Si te animas a darles una segunda oportunidad, quizá encuentres tu próximo favorito donde menos lo esperabas. Y si echas de menos alguno, cuéntanoslo: la conversación también ayuda a que estas joyas encuentren más manos.



















