La dificultad en los videojuegos siempre ha sido un tema de debate entre jugadores. Mientras algunos defienden que hoy en día son más accesibles y disfrutan de historias y mecánicas más fluidas, otros sostienen que los videojuegos demasiado fáciles han perdido parte del reto que hacía especiales a los clásicos. ¿Quién tiene razón?
Del reto extremo al diseño accesible
En las décadas de los 80 y 90, muchos videojuegos eran extremadamente difíciles, en parte para alargar su duración y también por limitaciones técnicas. Títulos como Ghosts ‘n Goblins, Ninja Gaiden o Battletoads eran casi imposibles de completar sin memorizar patrones y dedicar horas de práctica.
La dificultad no solo era un rasgo de diseño, sino una forma de prolongar la vida útil del juego. Como no existían actualizaciones constantes ni contenido descargable, los desarrolladores buscaban formas de que un título durase semanas o meses. Hoy, el panorama es diferente: los desarrolladores buscan que la mayoría de los jugadores puedan completar la experiencia. Esto no significa que no existan títulos exigentes, pero incluso en los AAA más difíciles, como Elden Ring o Dark Souls, se ofrecen sistemas de ayuda indirecta, tutoriales más claros o mecánicas que reducen la frustración.
La influencia de la accesibilidad
La inclusión de opciones de accesibilidad ha cambiado la forma en que jugamos. Modos de dificultad ajustables, ayudas visuales, control adaptable y checkpoints más frecuentes son ya estándar. Esto permite que más personas puedan disfrutar de los videojuegos, incluidos jugadores con menos experiencia o con discapacidades.
Además, con la expansión del público gamer —niños, adultos mayores, personas con discapacidades— el sector ha entendido que ofrecer una experiencia inclusiva no solo es justo, sino también rentable. Juegos como The Last of Us Part II o God of War: Ragnarok han sido ampliamente reconocidos por su extenso menú de opciones de accesibilidad, demostrando que el diseño inclusivo y la calidad no están reñidos.
Esta tendencia forma parte de un movimiento mayor que abarca la diversidad y accesibilidad en videojuegos. Sin embargo, algunos veteranos sienten que este enfoque ha diluido el sentido de logro: completar un juego ya no siempre requiere semanas de dedicación, y eso, para ciertos perfiles, le resta valor a la experiencia.
Casos de éxito con dificultad ajustada
Existen ejemplos que han sabido equilibrar el reto y la accesibilidad. Juegos como Celeste ofrecen una dificultad intensa para quienes la buscan, pero también un «Modo Asistencia» que permite reducir la velocidad del juego o hacer saltos infinitos para quienes quieran centrarse en la historia.
Otros, como The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, no tienen selector de dificultad pero permiten resolver desafíos de múltiples formas, haciendo que el juego sea tan complicado o sencillo como el jugador decida. Este enfoque también se ve en muchos juegos cozy, que priorizan la experiencia relajada sobre la exigencia mecánica.
¿Realmente son más fáciles?
Si medimos por la cantidad de jugadores que logran completar un juego, probablemente sí: los datos muestran que los títulos actuales tienen un índice de finalización más alto que los de hace 20 o 30 años. Esto indica que los juegos modernos son más asequibles, pero también que están diseñados para evitar que la frustración aleje a los jugadores.
No obstante, eso no implica que no existan desafíos. Juegos como Hollow Knight: Silksong, Sifu o Returnal siguen ofreciendo experiencias exigentes para quienes las buscan. La diferencia es que hoy se opta por ofrecer un reto opcional, en lugar de obligar a todos a pasar por la misma curva de dificultad.
El debate, en última instancia, se reduce a preferencias personales: algunos quieren un reto constante, otros prefieren experiencias más relajadas. Lo positivo es que, hoy en día, el catálogo es tan amplio que hay opciones para todos los gustos, desde propuestas que desafían la paciencia hasta aventuras pensadas para disfrutar sin estrés.















